«Una boda de reencuentros, aires coloniales y buen vino»

El destino inició la cocción de este proyecto desde muchos años atrás. Conocí a Jorge a mis 12 años estudiando  en el mismo colegio. Tiempo después no volvimos a vernos, aunque el contacto y la amistad prevaleció a través de redes sociales.

Un día de noviembre del 2017 recibí un mensaje de Jorge para ser la fotógrafa de su boda en Puebla. ¡Qué chulada!

El día de la sesión Before we say yes (sesión casual previa a la boda), Jorge y Ana Celia llegaron a Guadalajara. Después de 18 años sin vernos, fue como si el tiempo no hubiera pasado; parece ser que la esencia de cuando somos niños prevalece en la mayoría de nosotros. Ese día conocí a Ana Celia me di cuenta de lo especiales que son como pareja.

Por fin llegó el gran día y todos volamos a Puebla: Ana Celia y Jorge desde Monterrey; invitados de todas partes de México y por mi parte desde Guadalajara con la misión de convertir las memorias de la celebración en tesoros.

Empezamos temprano con el Getting Ready, con el volcán Popocatépetl de testigo. Tras el encuentro, realizamos la sesión Just us Two (retratos de novios el día de la boda) en la Hacienda Molino de Enmedio.

La personalidad y los gustos de Ana Celia y Jorge se vieron perfectamente reflejados a lo largo de la celebración, así como la sorpresa de encontrar en cada mesa botellas de vino elaborado por los novios: Rompecabeza Cincuenta Piezas de Valle de Guadalupe, BCN.

Siempre he dicho que el ambiente de una fiesta de bodas es proporcional al amor que tienen los invitados por los novios. En esta ocasión, el amor no tuvo medida.